¿Leyenda o realidad? Los diamantes que Putin le habría regalado a Cristina, ¿los busca la Justicia?







¿Leyenda o realidad? Los diamantes que Putin le habría regalado a Cristina, ¿los busca la Justicia?

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“Juzgar a los terroristas es tarea de Dios… mandárselos a Dios es tarea mía”.
Vladimir Putin
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El 23 de abril del 2015 (día de San Jorge, una fecha muy devocional para el pueblo ruso) Vladimir Putin recibió en el Kremlin a Cristina Fernández, uno de los tantos viajes inútiles de la entonces Presidente de los argentinos porque la Casa Rosada habló de la firma de convenios entre ambos países que a la larga jamás se cumplieron. Eso de hacer viajes inútiles parece que Macri tiene la misma debilidad.
Después del encuentro Cristina habló en su entorno de algo así como un presunto regalo del Presidente ruso, dijo que eran joyas muy valiosas. El siempre bocón del “Chino” Zannini interpretó que Putin le habría entregado las joyas que le robaron de su casa a Mirtha Legrand, una operación que realizara unos delincuentes de alto octanaje que participara tambiém hace 20 años en el operativo boquetero al Banco Mercantil de Avenida Las Heras, pleno barrio de Recoleta.
En esa banda estaban ex miembros de la entonces SIDE, que habrían entrado a la casa de la diva de los almuerzos tras recibir el OK de zona liiberada por las autoridades kirncheristas. Se cuenta en los bajos fondos del delito organizado que esas joyas hicieron un recorrido especial: BUENOS AIRES – MONTEVIDEO y de ahí fueron a parar a la colección privada de un mega millonario ruso que forma parte del staff de confianza de Vladimir Putin.

¿Mito urbano o realidad? Imposiile verificarlo,  pero la historia es jugosa como para dejarla en el olvido.
Lo cierto es que Putin suele hacerle regalos costosos a sus visitantes. No como CFK que le llevaba de obsequios un mate y una azucarera. ¿Recordás cuando le quiso enseñar al Papa Francisco cómo se usa el mate, la bombilla y la azucarera? Parecía una jodita de Tinelli, si no fuera porqué la imagen fue filmada nos daría vergüenza ajena recordar aquella anécdota insólita.
Hace poco, alguno de los colaboradores de Julio De Vido que negocia su libertad a cambio de informaciones confidenciales contó la presunta realidad del regalo que recibió Cristina.
No fueron las joyas robadas a Mirtha Legrand sino algo mucho mas valioso. Un puñado de diamantes valuado en muchos millones de dólares..
Los rusos tienen una devoción muy especial por las joyas y las piedras preciosas. Justamente un hombre de Putin es el encargado de explotar una mina a cielo abierto llamada MIR (también conocida como Mimmy), ubicada en Saja, Siberia Oriental. Estuvo abandonada después de la caída del Muro en 1989, y ´posteriormente la comenzó a explotar una figura del entorno de Putin.
Para Putin y su gente un puñado de diamantes no vale casi nada. Leyendo la biografía del Presidente ruso, nada puede asombrarnos. Para bien o para mal, es el estadista más grande que se conoce en el siglo XXI, y Donald Trump con toda su fortuna es un mendigo a su lado.
Eso sí, tanto su fortuna personal cómo los opositores que mandó matar es difícil de saberlo.  El propio biógrafo no autorizado de Putin, Frederic Pons, termina revelando no saber cuál es la meta final del líder soviético… pero lo sorprendente del libro es leer la cantidad de muertos en forma misteriosa de personajes que molestaban a Putin.
Por eso nada sorprende, y menos que le obsequiara a Cristina esa parva de diamantes que pueden caber en la palma de una mana y representa una fortuna enorme.
La “garganta profunda” que reveló este incidente en un juzgado federal, no supo decir dónde se podrían encontrar estas piedras preciosas. Se sospecha que pueden estar en una caja de seguridad o escondidas cerca de la casa de Cristina en Santa Cruz (ya dejó de ser su “tierra sagrada”).
La Justicia (o un par de jueces en particular) quieren encontrar esos diamantes, si en realidad existen, cueste lo que cueste. Bonadío y sus pares se harían un picnic por el valor mediático del hallazgo, quizás mucho más que por su valor real. Y CAMBIEMOS, feliz de la vida.
Por Jorge D.  Boimvaser
@boimvaser

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