A la caza del submarino fantasma
No muy lejos de donde se concentra la búsqueda del submarino ARA San Juan, hace más de 50 años tuvo lugar una desconcertante persecución de uno o más submarinos que no pudieron ser identificados. En febrero de 1960 la Marina de Guerra, obedeciendo órdenes del presidente Arturo Frondizi realizó un ataque masivo a este sumergible. Nunca se supo su procedencia, si alguno de los tantos proyectiles que se le arrojaron dio en el blanco ni si verdaderamente existió. Esta es la historia
En mayo de 1958 la Armada efectuó el primer avistaje de un submarino,
en cercanías de Puerto Nuevo, en pleno Mar Argentino. El presidente
Arturo Frondizi, que había asumido en mayo de 1958 comunicó, en
conferencia de prensa realizada en el Salón de los Acuerdos de Casa de
Gobierno, que como no hubo forma de identificarlo, ni la nave contestó
las advertencias dadas en tal sentido, se procedió a atacarlo.
No se pudo verificar si había sido alcanzado por algunas de las cargas
de profundidad que cuatro buques de guerra le arrojaron. El primer
mandatario destacó a los periodistas que el área era estratégica para el
país, no solo por la facilidad para la navegación sino porque se
pensaba convertir a la zona en un gran centro industrial.
Luego, en octubre de 1959 fue avistado nuevamente un submarino de gran porte
al que tampoco se había podido identificar, y que según los radares
navegaba por la misma zona en la que se había registrado el avistaje
anterior.
Durante ejercicios militares realizados el 30 de enero de 1960, de los
que participaban los cruceros 9 de Julio, General Belgrano y Argentina, y
los destructores Buenos Aires, Entre Ríos, Misiones y Santa Cruz se
detectó, al noroeste de Puerto Cracker, en el Golfo Nuevo, la presencia
de uno o más submarinos porque, intermitentemente, el radar indicaba a
más de uno que navegaban juntos. Vanos fueron los intentos de lograr algún tipo de reconocimiento.
No respondían a las comunicaciones radiales y las misteriosas naves
carecían de cualquier nomenclatura que pudiera individualizarlas. Se
insistía en que podía ser una nave de tipo "21", de las fabricadas
durante la Segunda Guerra Mundial en Alemania. Y nada más.
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Por tal motivo, comenzó a denominárselas "O.S.N.I." (Objeto Sumergible
No Identificado). Lo único comprobable es que el submarino por momentos
era detectado y de pronto desaparecía para volver a hacerse ver en otro
punto no muy lejano.
De la lectura de los diarios de aquellos días se desprende la magnitud
de este enigma. Se describían las acciones y las notas eran acompañadas
por infografías sobre cómo actuaban, por ejemplo, las cargas de
profundidad y se ilustraba con mapas detallados el área del conflicto.
La Armada organizó un vasto operativo. El contratorpedero Cervantes y
los patrulleros King y Murature colocaron minas a lo largo de los 16
kilómetros de la boca del golfo, mientras hombres rana buceaban por los
alrededores. Infantes de Marina habían sido apostados a lo largo de la
costa, quienes veían por la noche cómo el golfo se alumbraba con las
bengalas y con los reflectores que barrían la zona. Hasta se instalaron
boyas con sensores de sonido.
Antes de lanzar el ataque, se desviaron las rutas comerciales aéreas y
marítimas y se desalojó del lugar a los periodistas. Estos protestaron
porque colegas de las revistas extranjeras, como fue los casos de Life y
Time, habían alquilado un avión y sobrevolaban la zona sin ser
molestados. Fueron obligados a aterrizar y se les secuestró el material
fotográfico. El tema era tapa de todos los medios del país y del
exterior.
De la operación, que comenzó el 11 de febrero de 1960, participaron 13
buques y 40 aviones. Se llevaron a cabo ataques con cargas de
profundidad, que se arrojaban cada diez minutos. No se supo si habían
dado en el blanco. Ese mismo día arribaron al país especialistas
norteamericanos en guerra antisubmarina, encabezados por el capitán Ray
M. Pitts, quien se puso a disposición del vicealmirante Alberto Vago,
jefe de Operaciones Navales. El norteamericano debió aclarar que su
misión era sólo la de asesorar. Porque enseguida aparecieron los
malpensados que hablaban de una intervención militar del país del norte.
Causó sorpresa al día siguiente cuando se detectó la presencia de otros
dos submarinos, que aparecían en el sonar. Así ocurrió hasta el día 20,
en que emergían a nivel de periscopio y desaparecían con la misma
rapidez.
Cuando el día 21 se registró un nuevo avistaje, la Marina lanzó torpedos guiados electrónicamente. Como ninguno dio en el blanco, la aviación lanzó bombas mientras la artillería, desde tierra, hacía lo propio.
Cuando el día 21 se registró un nuevo avistaje, la Marina lanzó torpedos guiados electrónicamente. Como ninguno dio en el blanco, la aviación lanzó bombas mientras la artillería, desde tierra, hacía lo propio.
Lo único que se sacaría en limpio fue la detección, por momentos, de un periscopio y algunas manchas de aceite. Eso sería todo.
Paralelamente, la diplomacia argentina se movía frenéticamente. Chequeó
con diplomáticos de Estados Unidos, de la Unión Soviética, Alemania,
Francia, Gran Bretaña, Italia y Holanda, más una veintena de otros
países para preguntarles si los submarinos les pertenecían. Todos lo negaron.
¿Estos sumergibles podrían ser rusos en tareas de espionaje? El
agregado militar de la URSS en Buenos Aires, socarronamente respondió
que "lo único que van a matar es un montón de peces".
La famosa Guerra Fría estaba en su apogeo, en la que los militares
argentinos ya se habían pronunciado por la defensa del "occidente libre y
cristiano". Los ingleses, vecinos usurpadores de las Islas Malvinas,
también se apuraron en despegarse.
En total, la Armada contabilizó siete avistajes. Después de este ataque, los submarinos no volvieron a aparecer.
Se dio lugar a las más variadas especulaciones: ¿fue una cortina de
humo de Casa Rosada para tapar otros problemas de política interna?
¿Eran submarinos nazis que transportaban a jerarcas que intentaban
ocultarse en estas latitudes? ¿Formaba parte de una operación de la
Armada para adquirir nuevo armamento? ¿Eran realmente submarinos de
otros países realizando tareas de espionaje? Hasta los estudiosos del
fenómeno OVNI aseguraban que se trataban de naves de otros planetas. El
capitán Pitts afirmaría al diario New York Times, una vez
concluida la operación, que había suficiente evidencia de que se trataba
efectivamente de un submarino, pero que no estaba autorizado por la
superioridad a brindar más detalles.
El primer mandatario no la tenía sencilla. Negociaba un préstamo
importante del Fondo Monetario Internacional y a nivel local enfrentaba
la cuestión del levantamiento de la proscripción del peronismo. Frondizi
consideraba que no se podía gobernar el país con Perón exiliado y el
peronismo prohibido. Pero no todos pensaban como él.
El ingenio no demoraría en llegar. Manejaba la escena económica el
ministro del área ingeniero Alvaro Alsogaray, empeñado en combatir la
inflación. En una de las tantas conferencias de prensa que se brindó por
esa época, un periodista dijo que "todo sube, menos el submarino…"
La historia de los submarinos terminaría tapada por problemas más
acuciantes. El gobierno afrontaría en los meses siguientes serias
convulsiones políticas y económicas, sin contar 34 planteos militares,
que terminaría con su derrocamiento en marzo de 1962. Esa grave crisis
institucional dejaría en el olvido el misterio de los submarinos, que
nadie pudo resolver. Y que hoy es sólo una anécdota.
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