Una profecía maldita: ¿está escrito el fracaso económico de Mauricio Macri?
¿Todo está escrito? ¿Se puede leer en el pasado lo que ocurrirá en el futuro? Una de las frases recurrentes del presidente Mauricio Macri sostiene que la Argentina no está condenada al fracaso. "Es mentira que estemos condenados. Es mentira", argumenta. Sin embargo, la precisión de algunas premoniciones da miedo. Y los datos de los últimos dos años, especialmente el atraso cambiario que terminó en la devaluación de esta semana, alcanzan, como mínimo, para no subestimarlas.
En 1983, la palabra 'celular' se utilizaba para definir a los camiones que trasladaban a los presos, la sigla PC definía al Partido Comunista, y la palabra tweet era, apenas, el sonido de un pajarito, en idioma inglés. En aquel momento, un gran intelectual industrialista llamado Marcelo Diamand (injustamente ignorado por el pensamiento económico dominante) escribió un texto clásico que (leído hoy) es una gran advertencia para el Presidente. Es casi una profecía que, como se verá, tiene una fuerza arrolladora. Tanto, que el gran desafío de Macri será, justamente, vencerla.
El texto se llama "El Péndulo argentino, ¿hasta cuando?", se encuentra fácilmente en internet y su lectura estremece porque allí están descritos, ¡décadas antes de que sucedan!, el auge y el fracaso k, tanto como los primeros dos años macristas. Si la historia se repitiera de manera inexorable, todo terminaría mal: se cumpliría esa profecía maldita. Pero, aunque el peso de los abismos del pasado tenga un gran poder magnético, eso no quiere decir que la pelea esté terminada.
Diamand describe de esta manera, dos décadas antes de que llegara al poder, los comienzos del kirchnerismo. "Sus ideas económicas reconocen la inspiración del modelo keynessiano y del nacionalismo económico. Sus principales objetivos son la distribución progresiva del ingreso y el pleno empleo. El primer objetivo se instrumenta mediante mayores beneficios sociales, aumentos nominales del salario y a menudo controles de precios. También se recurre el manejo de los grandes instrumentos de política económica, como el tipo de cambio y las tarifas de los servicios públicos, en función del objetivo prioritario de evitar que aumente el costo de vida. El segundo objetivo se logra asegurando un alto nivel de demanda. Las etapas expansionistas suelen empezar con el aumento de los salarios reales, el crédito barato, el incremento de la actividad económica y una euforia en el sector industrial y comercial".
Luego, el autor describe el proceso que llevó al ocaso al movimiento fundado por Néstor Kirchner. "Sin embargo, la mayoría de las veces, esta etapa no dura mucho. El déficit del presupuesto crece, la balanza comercial se desequilibra, aparece el desborde sindical, surge el desabastecimiento y se acelera la inflación. El proceso culmina con el agotamiento de reservas del Banco Central y en una crisis de la balanza de pagos. La expansión se detiene y se inaugura una etapa económica caótica. A medida que pasa el tiempo aumenta la oposición de los estratos influyentes de la sociedad y, finalmente, sobreviene la caída del equipo económico o del Gobierno".
El texto es especialmente agudo cuando anticipa el balance que hace el kirchnerismo de su derrota. "Aunque admite algunos errores, tiende a minimizar su importancia y como justificación principal de su fracaso alega la insuficiencia del poder popular para manejar los resortes clave de la economía y la resistencia de poderosos grupos económicos nacionales e internacionales".
¿Qué ocurre luego de este fracaso? Llegan otros gobernantes. ¿Qué hacen? Es otro punto de una anticipación casi mágica. "La caída del poder popular provoca siempre un brusco vuelco hacia la ortodoxia económica, ahora identificada con lo 'serio' en la economía. En general, los equipos ortodoxos llegan al poder en medio de una crisis de la balanza de pagos. Sus respuestas frente al problema son una serie de propuestas que involucran una brusca devaluación, un aumento de los ingresos agropecuarios, una caída de los salarios reales, una drástica restricción monetaria, una recesión de mayor o menor profundidad, y un deliberado esfuerzo de atracción de capitales extranjeros. De acuerdo con las afirmaciones de la ortodoxia, la recesión y la caída de los salarios reales no serían más que perjuicios momentáneos que corresponderían a un período inevitable de sacrificio necesario para ordenar y sanear la economía".
O sea, que en 1983, Diamond describió lo que ocurriría en 2016. Luego, sigue con 2017: "Esa política puede lograr ciertos éxitos al comienzo. La tasa de inflación, que siempre aumenta inicialmente a raíz de la devaluación, más adelante suele disminuir, los capitales financieros afluyen del exterior y el salario real en parte se recupera".
El final de la historia, no es feliz. Así lo describe Diamand: "Sin embargo, el algún momento del proceso sobreviene una crisis de confianza. El flujo de capitales financieros se invierte. Los préstamos del exterior que habían ingresado comienzan a huir. Se produce una fuerte presión sobre las reservas de divisas, una crisis en el mercado cambiario y una brusca devaluación. Caen los salarios reales, disminuye la demanda, la tasa de inflación otra vez aumenta vertiginosamente y se vuelve a caer en una recesión más profunda que la anterior".
Diamand explica el proceso que lleva a la nueva crisis como si estuviera leyendo la realidad económica argentina de estos días.
"Los prestamos ingresan en divisas. Por lo tanto, las amortizaciones y
los intereses (o los dividendos) también deben ser pagados en divisas.
El destino más frecuentes de los aportes extranjeros consiste en proveer
un respiro en el sector externo que permita evitar una recesión y haga
posible que continúe el crecimiento de la producción para el sector
externo. A medida que logra su objetivo, se consumen más divisas. Se agrega además el pago de los nuevos préstamos y así se incrementa por doble vía el proceso inicial. Para mantener el equilibrio en el mercado cambiario, es necesario que los créditos se vayan renovando una vez que vencen. Además, para compensar los intereses y el aumento de los gastos de divisas, es necesario que se vaya incrementando en forma continua el volumen de nuevos créditos e inversiones que ingresan. Se genera así un proceso de endeudamiento acumulativo que tarde o temprano tiene que desembocar en una nueva crisis de la balanza de pagos, más grave que la anterior".
Si uno mira los números argentinos, la manera en que se acumula deuda y crece el déficit de la balanza de pagos, ese texto tan agudo no puede menos que generar inquietud. Tanta es la preocupación que genera que, justamente, hace dos días, el Gobierno dio un vuelco en su política económica.
El destino parece escrito, una vez más, de antemano. Macri va a fracasar. Pero el Presidente dice que no estamos condenados. ¿Será así?
Un funcionario del gobierno que leyó y releyó a Diamand se anima a decir: "Siempre es peligroso decir esta vez es diferente. Pero esta vez es diferente". Y explica: "Macri hizo bien en elegir el gradualismo
en general (lo fiscal, lo comercial) pero sobre todo en un talón de
Aquiles de todos los programas anteriores de ordenamiento económico: un tipo de cambio flotante. Si a Sturzenegger le ha costado bajar la inflación es justamente porque no es el 'shockista' que otros creen que es. Él y Macri eligieron la flotación cambiaría sabiendo que con tipo de cambio fijo bajar la inflación es más rápido y más encantador, pero tan encantador como un canto de sirenas.
Con el peso flotando, cada atisbo de desconfianza sobre la
sostenibilidad de las cuentas fiscales o externas se corrige
inmediatamente con una módica depreciación (que ayuda a equilibrarlas) y
con poca o ninguna pérdida de reservas. Eso es lo que ocurrió esta semana. Hace 20 o 30 años que el mundo emergente y casi toda América Latina ha evitado con este método las clásicas crisis de stop and go de los '50 y los '90".
Otro funcionario del área económica del macrismo, agrega: "El ciclo populismo-ortodoxia de Diamand, aun en su lucidez, tiene demasiado, para mi gusto, de 'ley social inexorable', de laberinto del cual Argentina no podría salir nunca. La política económica de Cambiemos es seria, como dice Diamand, pero no es ortodoxa. Y ese es nuestro gran secreto. Cambiemos entendió que salir exitosamente del populismo requiere menos populismo (pragmatismo, gradualismo) y no de 'bruscos vuelcos' a la ortodoxia extrema. Las reformas de Cambiemos tienen muy en cuenta la velocidad a la que se puede transformar cada sector. Los mercados financieros son más rápidos, y ahí los cambios fueron veloces (salida del cepo en una semana, por ejemplo).
El sector real requiere más tiempo y por ello los cambios ahí tienen que ser graduales. Por ejemplo, reducir el déficit fiscal es indispensable para evitar una nueva crisis, pero lo hacemos gradualmente, bajando los gastos más ineficientes pero a la vez expandiendo el gasto social (más AUH, pensión universal para la vejez) y de infraestructura especialmente dirigida a los sectores vulnerables (agua potable, cloacas). Tenemos que abrir nuestra economía para ser competitivos pero lo hacemos de a poco, cuidando el empleo. Para que las reformas duren tienen que tener consenso y los consensos se construyen con crecimiento. Por eso, hicimos todo para salir rápidamente de la recesión que habíamos heredado (la recesión 2015/16 fue la más suave de la década) y vamos a hacer reformas sin sacrificar el crecimiento. En resumen, así como la definición de Rodrigo Palacio en la final del Mundial era por abajo, de algunos laberintos se sale por arriba como decía Leopoldo Marechal. Yo creo que estamos construyendo esa salida por arriba del laberinto en el cual estaba Argentina".
Los funcionarios son optimistas, las profecías son pesimistas. En algún sentido, podría ser una señal más de que la historia está condenada a repetirse. En cualquier caso, una de las principales peleas de Macri, y del país, es contra su pasado. Si todo ha terminado siempre en fracaso,
hay una razonable tendencia a interpretar cualquier problema como un
indicio de que las cosas se repetirán. Encima, como lo señala Diamond,
hay serios motivos para creerlo.
A
fin del año que viene habrá un panorama más claro sobre si la profecía
maldita se impone una vez más y si el péndulo sigue marcando la vida del
país.
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