La derecha y la izquierda, contra Macri
Si alguien creyera en los
discursos del miércoles pasado en el acto camionero, podría pensar que
Mauricio Macri es un ajustador serial, un político capaz de quemar hasta
su carrera política en el altar de la ortodoxia económica. Las cosas
cambian cuando se lee a José Luis Espert, el más frontal de los
economistas ortodoxos, que dice que la política económica de Macri es
"kirchnerismo con buenos modales". ¿Quién es Macri, entonces? ¿Dónde
está parado para que haya argumentos para impugnarlo en los dos extremos
del arcoíris ideológico? A Macri le importan poco las razones de las
ideologías. El mundo de las discusiones entre derecha e izquierda le es
demasiado ajeno. Tal vez haya sido esa una de las razones de sus
triunfos electorales en un país que viene de más de una década de
desmesuras ideológicas.
Su política gradualista da motivos para la
crítica de unos y otros. Existen también los rencores políticos del
progresismo, porque llegó al Gobierno un cabal exponente de la
aristocracia económica, y la intransigencia de los ortodoxos que creen
que lo que dice es fácil de hacer. ¿Hay pocas o escasas acciones para
bajar el déficit fiscal? Las hay. ¿Hay decisiones, como los ajustes de
tarifas de servicios públicos, que muestran a un gobierno con vocación
de sincerar los números de la economía? También las hay. Macri es un
pragmático para quien las ideologías pesan muy poco. Sirve lo que sirve.
Una de las razones por las que el déficit fiscal no baja es la
creciente inversión en obras públicas. Un economista ortodoxo diría que
esas son cosas que hay que dejárselas al mercado, que sabrá valorar
mejor que el Estado las necesidades de la demanda. Macri cree, por el
contrario, que una infraestructura mejor les servirá al crecimiento de
la economía y al ciudadano común.El Presidente se pelea con los empresarios, pero no por motivos ideológicos. Él mismo fue uno de ellos. Está en una dura negociación con la poderosa industria farmacéutica porque quiere que bajen un 5 por ciento los precios de los medicamentos que le venden al Estado. Los empresarios se resisten. El Estado es el principal cliente de los laboratorios medicinales. Compra los remedios más caros (contra el cáncer y el sida, por ejemplo, y millones de dosis de toda clase de vacunas) a una industria en la que los jugadores son muy pocos. Descree también de la alarma generalizada por el déficit de la balanza comercial. El 80 por ciento de las importaciones fueron bienes de capital o insumos para la industria argentina. Solo el 20 por ciento de las importaciones correspondió a bienes de consumo. Lo alegró, en cambio, que cerca de un 30 por ciento de las exportaciones fueran de origen industrial. Ese incremento de las exportaciones industriales puede justificarse en el restablecimiento de la economía brasileña, pero el Presidente cree que hay algo más. Quizá la incipiente convicción de los industriales argentinos de que su destino será la competencia en el exterior si aspiran a crecer.
Mientras Espert dice que Macri se siente cómodo con los desequilibrios del kirchnerismo, los oradores del miércoles (salvo Moyano, que se ocupó solo de Moyano) describieron a un gobierno que destruye empleo. Lo cierto es que en el último diciembre se constató el mayor número de empleo privado registrado desde 2012. Hay 55.000 empleados en blanco más que en diciembre de 2015, cuando se fue Cristina. La medición es, además, coherente con la marcha de la economía. En 2017, la economía creció cerca del 3 por ciento por primera vez desde 2012. En todos los otros años, la economía estuvo estancada o en recesión. Podrá criticarse el ritmo del crecimiento de la economía y de la creación de empleos, pero es difícil con esos números señalar que están destruyendo puestos de trabajo. O que carece de sensibilidad. Ningún plan social preexistente fue derogado por Macri. Juan Grabois, un duro crítico del Presidente, acaba de hacer un llamativo reconocimiento: dijo que Carolina Stanley es mejor ministra de Desarrollo Social que Alicia Kirchner. Después se juntó con los kirchneristas para marchar contra Macri. ¿Prejuicio ideológico? ¿Necesidad de diferenciarse para seguir siendo un protagonista del espacio público? Imposible saberlo entre tantas contradicciones.
El gradualismo es, si bien se mira, la razón de querellas tan dispares. Para unos es demasiado lento; para otros es muy rápido. Macri tuvo palabras de comprensión del conocido economista brasileño Armínio Fraga, quien fue presidente del Banco Central de Brasil durante la presidencia de Fernando Henrique Cardoso. En una franca conversación con el vicejefe de Gabinete, Mario Quintana, Fraga ponderó el gradualismo como la única vía políticamente posible en países con un débil equilibrio social. "Es lo único que pueden hacer y lo están haciendo bien", le dijo Fraga, que apeló a una metáfora del arte del pescador para aflojar y ajustar la tanza. "Un mal movimiento puede romperla", le advirtió. Fraga le alegró parte de un día a Macri.
En esa eterna disputa entre la derecha y la izquierda, Macri sorprendió cuando habilitó el debate por el aborto en el Congreso. Él repitió en las últimas horas que "cree en la vida desde la concepción hasta la muerte". Pero se cansó de la hipocresía de los que bloquearon el tema cuando estuvieron en el gobierno y ahora se alzan como abanderados de la causa del aborto legal. Algunos de sus propios aliados y partidarios lo presionaron para abordar ese polémico asunto. Pero hay un sector de su electorado antiabortista. No se trata solo de un debate político. También es un debate de sensibilidades humanas que se refiere en cualquier caso a personas heridas o inocentes. "Quiero que haya un debate serio", dijo Macri en las últimas horas. Tendrá la oposición de la Iglesia, sin duda. La doctrina contra el aborto no es negociable para el Papa ni para su Iglesia. Un senador peronista con vasta experiencia política deslizó una frase tal vez premonitoria: "Es improbable que se apruebe aquí el aborto mientras haya un papa argentino". Macri confía en que el debate se agotará en el Congreso sin llegar a cambiar nada sustancialmente. Macri es así: no le importa decepcionar a la derecha y le gusta desconcertar a la izquierda.
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Por:
Joaquín Morales Solá
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