El plan para que Macri sea reelegido Joaquín Morales Solá






El plan para que Macri sea reelegido






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11 de marzo de 2018  
Dicen que el estado de la economía no enamora a nadie y que carece de sensualidad. El crecimiento es moderado para un país largamente estancado. La inflación es todavía alta. Las inversiones se demoran. Ni siquiera el Gobierno lo niega. Es así, acepta. Sin embargo, detrás de ese telón de grisura se esconde un ambicioso plan para reinstalar a Mauricio Macri en la presidencia el próximo año, cuando haya concluido el mandato actual. El proyecto cuenta con dos carriles: el futuro curso de la economía -cómo no- y las serias limitaciones de la oposición. La reelección del Presidente será una consecuencia del gradualismo, que evitó las impopulares políticas de shock, y porque siempre habrá una alternativa peor que él, aseguran los estrategas del oficialismo.
El año económico que transcurre será más módico todavía que el anterior. La sequía que devasta amplias zonas de la pampa húmeda podría comprometer el 0,5 por ciento de crecimiento del PBI en 2018. Es posible, no obstante, que tenga un resultado neutro para los recursos que recauda el Estado. La Argentina es un jugador muy importante en el mercado mundial de la soja. La sequía local subió el precio internacional de ese grano. La cantidad de soja que se venda al mundo (más de un 40 por ciento menos) costará casi lo mismo que la excelente cosecha del año anterior. Pero otra cosa es el PBI, que se mide por la producción, y la repercusión en los pueblos del interior que sentirán la retracción económica, sobre todo en las zonas más afectadas por la falta de agua. Es probable, por lo tanto, que el crecimiento del PBI de este año no supere el 2,5 por ciento, si es que llega a ese porcentaje. Con ese número no seducirán a nadie.
Otra nube que aparece en el horizonte es una posible guerra comercial desatada en el mundo por Donald Trump, que impuso importantes aranceles a las importaciones de acero y aluminio. El proteccionismo en los Estados Unidos resurge justo cuando la Argentina decidió integrarse al mundo. La decisión de Trump ya provocó una dura advertencia de la Unión Europea, que amenazó con hacer lo mismo con productos norteamericanos estratégicos. La Argentina saldría perdiendo, obviamente, de una guerra comercial a nivel planetario.
La lectura que hacen los funcionarios argentinos es distinta: la guerra de Trump es con China, porque quiere reducir la influencia de la potencia asiática en los países emergentes, más que nada en los emergentes latinoamericanos. No es solo una deducción; altos funcionarios norteamericanos ya hicieron oficial y pública esa política. De hecho, Trump excluyó de su guerra, por ahora, a México y a Canadá. "Y si Estados Unidos quiere sacar a China de América Latina, tendrá que jugar con generosidad con los países latinoamericanos", dice un funcionario macrista. Por ahora, el gobierno de Macri comenzó negociaciones con Washington para que excluya al país de su nueva política arancelaria. Dos empresas locales importantes son exportadoras de acero y aluminio a los Estados Unidos: Techint, que vende caños de acero sin costura, y Aluar, que vende aluminio.
Los aumentos de las tarifas de servicios públicos concluirán en el primer semestre de este año y no habrá nuevas subas en el año próximo. La carrera presidencial para oficialistas y opositores comenzará el día después del final del Mundial de fútbol, el 15 de julio próximo. Otra expectativa de la administración se respalda en la importación de bienes de capital que se está registrando. Confía en que el año próximo la Argentina aumentará sus exportaciones industriales, sobre todo si Brasil sigue recuperando el crecimiento. Una de las discordias con la Unión Industrial se refiere precisamente a la lectura fina de las importaciones y las exportaciones. Para la central industrial, se están importando de China insumos que se producen en el país, y en el rubro exportaciones industriales figuran los metales, que son materias primas. Sea como sea, el Gobierno prepara un 2018 con un crecimiento del 5 por ciento y con una inflación anual por debajo del 10 por ciento. Si fuera así, la economía habría recuperado cierta sensualidad.
El Gobierno quiere reeditar el año 1993. Entonces, tras cuatro años de errores y vacilaciones, el plan Cavallo frenó en seco la inflación (hiperinflación en ese caso) y la economía volvió a crecer. El gobierno de Menem ganó las elecciones legislativas de ese año hasta con el desconocido Erman González en la Capital, donde derrotó al delarruismo por primera vez desde 1973.
¿Hay críticas al Gobierno entre los electores macristas? Sí, las hay. Pero la administración confía en lo que llama el "efecto Mirtha Legrand". Consiste en simpatizantes del Presidente que dan la vida por él en años electorales y luego critican algunas decisiones oficiales cuando la estabilidad de Macri no está en juego. Es lo que hace Mirtha Legrand, dicen. Esto explica que el Presidente nunca se olvide (ni cuando está de vacaciones ni con insoportables dolores de espalda) de la legendaria diva de la televisión.
El peronismo está encerrado en su propio laberinto, aseguran los estrategas. Cristina Kirchner tiene un piso alto, pero un techo bajo. Jamás podría volver a la presidencia en esas condiciones. La expresidenta deberá, además, enfrentar varios juicios orales durante el año electoral. Los otros peronistas no tienen techo, pero tampoco tienen piso. Solo un monumental descalabro económico podría impulsar la creación rápida de un liderazgo peronista en condiciones de ganar una elección presidencial. También es la economía la que marcará la agenda electoral de la oposición. El macrismo no se olvidará nunca, de todos modos, de Cristina Kirchner, aunque aparente lo contrario. Y lo aparenta solo porque gobernadores y senadores peronistas le pidieron que abandone la polarización con el cristinismo para que ellos no terminen reducidos a la nada. Cuando se avecine la campaña electoral, el oficialismo volverá a recordar que Cristina Kirchner existió.
En ese contexto cobra especial relevancia la disputa con la Unión Industrial, donde debería estar el núcleo duro de apoyo al Gobierno. Nadie sabe cómo comenzó todo, pero lo cierto es que el Gobierno reaccionó ante versiones que no fueron un documento oficial de la central industrial ni declaraciones formales de su presidente, el empresario Miguel Acevedo. Al parecer, el Gobierno reaccionó por versiones periodísticas sobre lo que sucedió en una reunión de unos 60 empresarios en la central fabril. Algunos ministros pidieron una autocrítica: "No podemos contestarles a versiones periodísticas", dijeron.
Fuentes de la UIA precisaron que existen tres certezas dentro de la organización. La primera: ellos están de acuerdo con las políticas del gobierno de Macri. La segunda: coinciden en que la integración al mundo requiere una apertura gradual de la economía. La última: dentro de tales entendimientos hay problemas que deben resolverse. El Gobierno, aseguran, los recibe, pero luego no hace nada. Los oye, pero no los escucha. La administración afirma que, por el contrario, ya resolvió varios problemas de los industriales. "No hay un clima antiempresario en el Gobierno ni queremos un enfrentamiento con los industriales", aseguró el viernes el ministro de Producción, Francisco Cabrera. El plan electoral para que Macri continúe hasta 2023 requiere de la economía y la economía necesita de los empresarios. No hay, por lo demás, paradoja más extraña que un presidente Macri enfrentado con los empresarios. Ese combate es definitivamente inútil.

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