Optimismo frente a las críticas y la sensación social

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1 de marzo de 2018  • 18:37
Optimista sin fisuras. Seguro sin paréntesis. Mauricio Macri declaró el inicio del período nacional de crecimiento de la economía contra muchas críticas en el sentido contrario y también contra la sensación opuesta de gran parte de la sociedad. El Presidente se respalda siempre en el mismo eje para hacer semejante aseveración. Es la primera vez en muchos años, dice, que la economía crece mientras baja el déficit (el primario, debería aclarar, porque el déficit también sube por los intereses de la deuda) y se sincera el costo de los servicios públicos. Incluye en esa panoplia de buenas novedades el descenso de la inflación, cuyos efectos en la economía y en la sociedad los describió con trazos correctos. Su problema es que la sociedad no valora la inflación según las comparaciones con el pasado, sino con las desventuras del supermercado en sus visitas de ayer o de hoy. El optimismo presidencial chocó justo con meses (diciembre, enero y febrero) de inflación alta.
En un discurso llano y lleno de frases conocidas del oficialismo, Macri le habló más a la gente común que a los legisladores. Ninguno de los más de 320 legisladores que lo escucharon este mediodía se sorprendió por alguna novedad que haya salido de la boca presidencial. La noticia política más importante de los últimos tiempos ya la había dado diez días antes, cuando anunció que habilitaría el debate por el aborto en el Congreso.
El tema del aborto pasó en su exposición caminando en puntas de pie. Lo despachó en 20 segundos. Dijo lo que se sabía: que él es antiabortista (nunca lo dice de ese modo), pero que también le gusta que se debata la cuestión. No dijo cuál sería la posición del Poder Ejecutivo en ese debate parlamentario. ¿O es que su gobierno no tiene nada para decir ni agregar sobre uno de los temas más disruptivos para la política y la sociedad? Es raro entonces que haya abierto un debate sin fijar primero dentro del Gobierno que posturas llevará su administración a la discusión en el Congreso.
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Macri se bamboleó durante 40 minutos entre preceptos de la derecha y banderas de la izquierda. Es su modo de ser y de hacer política. Respaldó a las fuerzas de seguridad en su lucha contra el delito y les pidió a los legisladores que lo ayuden a colocar a las víctimas en el centro de la legislación. Es cierto que la Argentina viene de épocas en que la sospecha caía primero sobre los policías, gendarmes o prefectos. Luego, la Justicia se esforzaba más por comprender los argumentos de los delincuentes que las razones de las víctimas.
En sus palabras se vio claramente que la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, no es la jefa de ala dura del Gobierno en materia de represión del delito. Ella es la intérprete de las ideas del Presidente, con las que seguramente coincide. Lo fue en el caso de Santiago Maldonado, cuando el cristinismo intentó poner vanamente en los hombros de Macri a su primer desaparecido. Y lo fue también en el apoyo al policía bonaerense Luis Chocobar (que mató a un ladrón que casi asesina a un turista norteamericano), quien luego fue recibido por Macri en el despacho presidencial. No deja de ser una buena noticia, a su vez, que el Presidente haya hablado del narcotráfico en el momento más solemne de su agenda institucional. Ponderó la acción de su ministra de Seguridad y advirtió que esa lucha no tendrá fin. Habían pasado demasiados años (¿25, tal vez?) sin que el narcotráfico se nombrara desde la cresta misma del poder, mientras las drogas hacen estragos en la sociedad.
En ese orden de cosas, anunció dos modificaciones a la legislación penal. Una será al Código Procesal Penal para darles más poder a los fiscales en la investigación, una idea muy parecida a la que en su momento presentó Cristina Kirchner. Seguramente el macrismo irá ahora hacia un sistema acusatorio penal, en el que los fiscales tienen en sus manos todo el proceso de la investigación y disponen de policías y peritos. Mala noticia para los jueces, sobre todo los federales, que detestaron siempre la entrega de una parte de su inmenso poder a los fiscales.
Las investigaciones sobre delitos penales (y federales) es dirigida ahora por los jueces.
Los fiscales hacen la investigación, pero ésta está permanentemente supervisada por los jueces, quienes deben respaldar con sus firmas casi todas las iniciativas de los fiscales.
La segunda modificación será al Código Penal para aumentar de manera significativa la pena a los culpables por accidentes viales con consecuencias de muertes. Por fin, alguien se acordó de los alcoholizados, drogados o irresponsables que manejan en calles o rutas como si participaran de una carrera de Fórmula 1.
Era hora que el Estado se notificara formalmente de la cantidad de muertes inútiles que hay todos los años en el país. El Presidente aseguró que actualmente hay más de 5000 muertes anuales por esta clase de accidentes.
A la izquierda la merodeó cuando anunció que propiciará una ley para que hombres y mujeres tengan un salario idéntico en cualquier trabajo. La desigualdad salarial es, desde ya, una injusticia sin paliativos. Es, además, un debate que no se saldó ni en los Estados Unidos ni en Europa, para mencionar sólo a las regiones más civilizadas del mundo. Desde Hollywood hasta Berlín, es común leer la queja de las mujeres por la desigualdad de sus salarios frente a los de los hombres. Macri se colocaría a la vanguardia de la resolución de una injusticia demasiado vieja. Tal vez él sabe mejor que otros presidentes el valor de la mujer. ¿Qué sería de Macri sin María Eugenia Vidal y sin Juliana Awada? Una desde lo político y la otra desde la contención del hogar, las dos han contribuido a que Macri sea lo que es.
También habló un idioma simpático para el progresismo cuando se detuvo en la ecología y en la creación y preservación de parques nacionales. Anunció que gran parte de Campo de Mayo (un territorio militar con un especial significado para muchas generaciones porque ahí se iniciaban los golpes de Estado) será un parque nacional. Debió influir la reciente visita que le hizo Elisa Carrió, quien señaló en su momento que el retiro del general Diego Suñer, ex jefe del Ejército, se debió a su oposición a que esas tierras se convirtieran en un negocio inmobiliario.
Suñer no estaba en desacuerdo con las necesarias reformas a las Fuerzas Armadas, pero sí a que esas reformas les abran las puertas a los negocios y la especulación. El anuncio de hoy los dejó afuera.
Los dos momentos en que recibió más aplausos (de los suyos, obviamente) fue cuando aludió a Hugo Moyano y a Roberto Baradel, sin nombrarlos. Pidió un diálogo "sin patoterismo", que es como suele referirse a las formas del jefe del sindicato de Camioneros. Y reclamó un debate amplio sobre la educación y que no se hable de ella "sólo cuando hay paritarias". Moyano y Baradel. Sobre todo cuando sucedió la alusión a Baradel, el recinto estalló en largos aplausos.
Fue un discurso breve en el que hubo más consignas que anuncios.
Lanzó datos comprobables, como cuando dijo que mucha gente valoraba el tendido de redes cloacales o la instalación de agua potable. No es casual, en efecto, que su imagen positiva sea ahora parecida en el conurbano bonaerense (45 por ciento) que en la Capital (48 por ciento) y en el interior (51 por ciento), según la última medición de Poliarquía.
Menos tangible y más voluntarista fue el adiós que le dio, en un arenga casi de campaña electoral, a la Argentina mediocre.

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