Macri: las retenciones no cambiarán Joaquín Morales Solá







Macri: las retenciones no cambiarán





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27 de mayo de 2018  
Mauricio Macri decidió ayer, en un almuerzo con su aliada Elisa Carrió, que no tocará la política de retenciones al campo. Seguirá tal como se estableció al principio de su mandato. Esa fue siempre la posición del Presidente, presionado en el sentido contrario por otros sectores empresarios. El campo ha sido su aliado. Ya tiene otras batallas en curso. La del peronismo, por ejemplo.
En efecto, algunos peronistas decían (¿dicen?) que su partido debe demostrar todavía que puede ser oposición sin voltear al presidente no peronista en funciones. En los próximos días, y en los próximos meses, tendrán la posibilidad de demostrar si ese es un programa en serio o un discurso para entretener al público mientras atraviesan el desierto. El proyecto peronista para frenar los aumentos de tarifas y la aprobación parlamentaria del presupuesto del año próximo serán cuestiones cruciales para evaluar qué diseño de oposición eligió el partido de Perón. Podría parecer que el peronismo compite para ayudar a Macri cuando a este le va bien. Y que compite para que le vaya peor cuando está mal. El resultado sería catastrófico si el peronismo se inclinara en tarifas y presupuesto por obstruir la gestión de Mauricio Macri.
El jefe de Gabinete, Marcos Peña, salió el miércoles de la Cámara de Diputados, donde fue a explicar la situación del país, con el convencimiento de que el peronismo es ya uno solo y está dispuesto al bloqueo permanente de las decisiones de la administración. Desde el sitio que ocupa en el recinto, Peña pudo observar un cambio brutal en la escenografía parlamentaria. Antes, el kirchnerismo era una jaula de desquiciados mientras el resto de la Cámara se dividía entre oficialistas y peronistas razonables. Ahora esas diferencias ya no existen: todo el peronismo se abalanzó sobre él. Massistas y peronistas racionales (los que responden a los gobernadores) tuvieron una actitud casi idéntica a la del kirchnerismo. Se impuso en la conclusión final la impronta del cristinismo, porque ningún otro sector político tiene más densidad política que la corriente que lidera la expresidenta.
Un día antes, en el Senado, un plenario de comisiones le dio dictamen al proyecto peronista de Diputados para frenar los aumentos tarifarios de Macri. Ese proyecto, que fue una posición unificada de todos los diputados peronistas, se convirtió en el Senado en una construcción solo de Sergio Massa y Cristina Kirchner. Los gobernadores Juan Schiaretti, de Córdoba; Juan Manuel Urtubey, de Salta; Juan Manzur, de Tucumán, y Hugo Passalacqua, de Misiones, tomaron distancia en los últimos días de ese proyecto. "Todo puede cambiar. Nada está escrito en la piedra", dijo Manzur. Sin esos gobernadores, la mayoría peronistas, solo Massa y Cristina quedaron al frente del proyecto. El oficialismo entendió que debía aceptar algunos cambios e hizo suya una idea de Schiaretti y Urtubey para que se baje el impuesto del IVA en las facturas de los servicios públicos. Es decir, se mantendría la tarifa, pero el Estado perdería ingresos. Es importante que la iniciativa haya sido de gobernadores opositores, porque el IVA es un impuesto coparticipable.
Vale la pena volver sobre una realidad. Los gobernadores, y no solo los peronistas, tienen razón cuando señalan que los habitantes de la provincia de Buenos Aires y de la Capital son los únicos beneficiarios de subsidios al consumo de servicios públicos. Los argentinos del interior del país pagan otras tarifas. Son la provincia de Buenos Aires y la Capital las que deben hacerse cargo de los subsidios si es que quieren subsidiar a sus habitantes. Esos subsidios no pueden ser una carga para el presupuesto nacional. Pero los peronistas pierden la razón cuando frenan los aumentos de tarifas de Macri que procuran, precisamente, terminar con aquella discriminación entre argentinos.
Un papel importante es el que está jugando el senador Miguel Pichetto. Atenazado por la presión de sus senadores duros y por la fuga de otros hacia posiciones más conciliadoras, apresuró la firma del dictamen favorable al freno de los aumentos que venía de Diputados, proyecto que no le gusta, aunque diga otra cosa en público. Al mismo tiempo, Pichetto no aceptó el proyecto del Gobierno sobre una rebaja en el IVA a las tarifas, que llegó tarde, es cierto, después de que se había aprobado el otro. Pichetto ha sido un factor fundamental en estos dos años para la gobernabilidad de Macri. ¿Lo será en adelante? Ningún peronista describió mejor que él cierta propensión del peronismo: las "taras autoritarias" las llamó cuando convocó al resto del peronismo a alejarse de ellas. En estos mismos días está buscando una fórmula de equilibrio, aunque nada sería más útil para su gestión que una convocatoria del gobierno federal a los gobernadores para que dejen caer el proyecto sobre tarifas.
Es cierto que Macri tiene la facultad de vetar ese proyecto. La usará, seguramente, si el Senado lo aprueba. Pero, ¿qué mensaje le daría al mundo la política argentina? ¿Acaso que hay solo una persona razonable en medio de una comunidad de políticos irracionales? Las condiciones de la economía argentina han cambiado y también hubo modificaciones en la economía mundial. Turquía está viviendo una corrida cambiaria muy parecida a la que vivió la Argentina. Fue significativo, sin embargo, el apoyo internacional que recibió Macri. Estados Unidos, China, Rusia y Alemania, entre otros países, manifestaron su respaldo inmediato al presidente argentino. El "mundo mundial", como dice Felipe González para describir al núcleo duro de la política internacional. Nunca había sucedido algo así con otro presidente de la democracia argentina.
Esos apoyos le servirán a Macri en el directorio del Fondo Monetario y para influir en la sagaz Christine Lagarde. ¿Le servirán para ablandar las posiciones del peronismo? No todos los peronistas son indiferentes a las señales del mundo. No lo son, por ejemplo, Schiaretti, Urtubey o el propio Pichetto.
La segunda etapa del conflicto político sucederá cuando se trate el presupuesto de 2019. Hasta ahora, el acercamiento con el Fondo ha tenido interpretaciones teóricas o ideológicas. El presupuesto, en cambio, llevará en sus páginas los acuerdos con el Fondo. Pichetto dijo en su momento que ese acuerdo no necesitaba la aprobación del Congreso; Macri se lo agradeció en la intimidad. El presupuesto, que será la conclusión de los pactos con el Fondo, necesitará inevitablemente del acuerdo del Congreso. ¿El peronismo será el mismo que Peña advirtió en la Cámara de Diputados? Sectores peronistas importantes señalan que es hora de que el Presidente convoque a un diálogo más abierto que el que puede encerrar a la política. Debería incluir a los sindicatos y a los empresarios. El resultado de ese diálogo podría ser la aprobación del presupuesto del año próximo.
Nadie debería contar con el cristinismo para eso. Usa todo y a todos. Referentes sociales y del moyanismo gremial (Cristina y Hugo Moyano están increíblemente juntos porque el líder camionero cree, como ella, que Macri conduce la lapicera de los jueces) le pidieron una entrevista al presidente de la Conferencia Episcopal, monseñor Oscar Ojea. El obispo los trató cordialmente, los escuchó y derivó a la Pastoral Social algunos planteos, pero nunca les manifestó una adhesión al acto del viernes contra las negociaciones con el Fondo. Voceros episcopales señalaron que la foto del encuentro pudo interpretarse como una adhesión, pero que esta nunca existió. Cada vez que los seguidores de Cristina Kirchner salen a la calle (la insoportable prepotencia de los metrodelegados o el desmesurado activismo del sindicato docente) termina ganando Macri y perdiendo el peronismo. ¿Es hora de hablar de ganancias o de pérdidas electorales? Tarifas y presupuesto definirán algo más que la relación de fuerzas de la política. Marcarán si el país ha cambiado -o no- después de frecuentar la crisis, como si la crisis fuera una adicción.

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