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El DT encontró su lugar en el mundo
Madelón y Unión: se juntan y están condenados al éxito
Un
ascenso como jugador, un gol inolvidable en la final ante el clásico
rival de todos los tiempos, un ascenso como DT y la histórica
clasificación para una copa internacional. Una historia llena de
alegrías.
El
momento exacto del pitazo final de Echenique y la alegría incontenible
de Madelón y todos sus auxiliares. Eran cerca de las 20 de un sábado 13
de mayo inolvidable para la historia de Unión. Foto: Mauricio Garín
Enrique Cruz (h)
Leo
Madelón era, en aquella parte final de la década del 80, un muy buen
“8” que jugaba en un equipo lleno de problemas, aquél San Lorenzo al que
se lo denominó “Los Camboyanos”. Compartía el mediocampo, entre otros,
con Siviski, Giunta y Ortega Sánchez. “El 10 era Ortega Sánchez,
teníamos que jugar para él”, comentó alguna vez, en tono de broma
naturalmente, cuando se refería a aquél equipo. Uno de los últimos
recuerdos que tengo, de él con la camiseta de San Lorenzo, fue una
batalla de “hacha y tiza” con Newell’s por la Libertadores. Al poco
tiempo quedó en libertad y aquella dirigencia de Unión, con Súper Corral
a la cabeza, más el acompañamiento de “Cochecha” Lofeudo, el escribano
Neme y tres, por entonces, jóvenes dirigentes que se vinculaban al
fútbol como Marcelo Martín, Rubén Decoud y Jorge Sabag, motorizaron la
llegada de Madelón a Unión.
Aquello
fue todo un acontecimiento. Y ahí se terminó de acomodar ese equipo que
dirigía el Flaco Zuccarelli. Con un mediocampo que compartía con
Carlitos González, Passucci y Rabuñal, primero, más el aporte de Llane
después, no sólo lograron el ascenso ganando los clásicos inolvidables
de la final (marcando uno de los goles más importantes de la historia
del club), sino que después hicieron una muy meritoria campaña en
Primera.
Volvió
Leo a los pocos años, ya con el equipo otra vez en la B. Estaba en la
parte final de su carrera. No era el mismo, ni tampoco había un equipo
que pudiera acompañarlo. También era un momento complicado en lo
institucional. Fue una vuelta con muy poca gloria, pero había sido tanta
la que acumuló antes, que aquello no alcanzó ni siquiera a reducir esa
inconfundible estela de talento.
En
2001 regresó al club como entrenador. Era inexperto, recién arrancaba,
sólo había tenido una experiencia en El Porvenir. El equipo no jugaba
mal, al contrario. Los resultados no fueron buenos. Hizo debutar a Nereo
Fernández, uno que todavía lo sigue acompañando. Se fue a fin de año,
antes de un clásico que lo termina dirigiendo Griguol.
A
fines de 2014, Unión venía de un descenso y se había quedado sin
entrenador. La confianza depositada en Facundo Sava lo había llevado a
otorgarle el beneficio de la continuidad, luego de una inevitable
pérdida de la categoría. Un par de buenas actuaciones y el triunfo en el
clásico con el gol de penal de Lizio también ayudaron. No fue buena esa
primera parte del retorno al ascenso. Y Sava se fue. Entonces, a
Marcelo Martín se le ocurrió volver a buscar a Madelón. “Está más
maduro, lo ví bien, con muchas ganas y creo que nos puede dar una mano”,
dijo por aquél entonces. Muchos miraron de reojo aquella idea, hasta
con cierta desconfianza quizás. No había sido del todo bueno lo de Leo
en algunos clubes. San Lorenzo fue una mala experiencia y con Central se
fue al descenso. Pero desde el mismo momento en que pisó Santa Fe otra
vez, algo mágico se inició.
De
a poco, Leo fue cambiando la mala onda que había. Supo que el torneo de
los diez ascensos era la gran oportunidad de devolver a Unión a
Primera. Armó un gran equipo y fue el mejor de todos. Con esa base, más
la permanente atención en los chicos que venían de abajo, caso Mauricio
Martínez por nombrar a uno, hizo dos muy buenos torneos en Primera. En
el tercero, desgastado y sin una buena relación con el presidente, se
fue. El día que se fue, la actuación de Unión fue notable. Le ganó a
Sarmiento de Junín por la mínima diferencia, en un partido que debió
golear. No hubo caso. Se fue nomás. Y a las pocas semanas firmó para
Belgrano de Córdoba, repitiendo aquellas malas experiencias mientras
Unión se debatía en la intrascendencia de un primer semestre de 2017
absolutamente olvidable.
Obligado
y apremiado por lo deportivo, a Spahn no le quedó otra que ir a
buscarlo. Era el único con espalda suficiente, conocedor como nadie del
plantel y responsable del buen rendimiento de varios jugadores que
habían bajado considerablemente su nivel, caso Gamba, Soldano o los
hermanos Pittón, entre otros.
Otra
vez arreciaban las dudas. ¿Tendrá el mismo semblante de aquella segunda
vez?, ¿será igual de positiva la tercera experiencia en el banco?, eran
algunas preguntas que flotaban en el ambiente. Spahn se adjudicó la
idea de volver a buscarlo. No importa quién o cómo. Apostar a Madelón
como prioridad, era casi una “obligación” para los dirigentes, que
venían “cascoteados” por aquellos malos resultados del primer semestre
del año pasado. Spahn también tomó dos determinaciones en ese entonces:
“descabezar” la subcomisión de fútbol y contratar a un secretario
deportivo. Aparecieron otros nombres en el horizonte futbolero
dirigencial de Unión, como Cardonet, Contigiani, Romero y Aignasse (la
nueva subcomisión) y Martín Zuccarelli, el manager. Pero al margen de
ello, el hombre realmente fuerte era el DT. Madelón aceptó la vuelta. Si
le costó o no decidirlo, nadie lo sabe. Seguramente puso sobre la mesa
un montón de cosas. ¿Perderé prestigio?, ¿será el momento?, habrán sido
algunas de las preguntas que Madelón se habrá hecho. Pero volvió.
Se
hizo todo bien. Y si algún error se cometió —siempre hay equivocaciones
en el fútbol—, no se permite que sea suficientemente importante como
para quitarle trascendencia a todo lo que Madelón logró. Rearmó la
defensa con tres jugadores de muy buena respuesta como Martínez, Gómez
Andrade y Bottinelli, éste último también clave para “hacerse cargo del
grupo” junto a Nereo Fernández. Recuperó el rendimiento de los hermanos
Pittón y hasta los potenció. Trajo fútbol con Zabala, Aquino y
Fragapane. Hizo que Acevedo vuelva a ser ese “5” que ordena, quita y
juega. Más el notable aporte de la dupla Gamba-Soldano. Y siguió con su
costumbre de incluir pibes del club (Mariano Gómez, Blasi, Lebus,
Gallegos, Bracamonte, por mencionar sólo algunos) y, en el caso de
Fragapane, lo cambió de posición y lo convirtió en un carrilero de todo
el largo de la cancha.
Madelón
le dio identidad y estilo a Unión. Ayudado por el notable trabajo
físico del profesor Mariano Lisanti, un preparador físico que ha
demostrado su gran capacidad, imprimió una dinámica en la que no hubo un
solo partido en el que se haya declinado en el ritmo, la entrega, la
presión y todo lo que se mostró con creces en este último partido. Y el
grupo. Porque se nota que lo tiene bien, que la relación es sana y que
todos tiran del mismo carro y hacia adelante.
Madelón
es Unión y Unión es Madelón. Cuesta mucho encontrar en el fútbol de hoy
una identificación tan profunda, tan significativa y también tan
exitosa. Un ascenso como jugador (histórico por donde se lo mire), otro
como entrenador y ahora la clasificación también histórica para jugar,
por primera vez en 111 años de vida, una copa internacional. ¿Qué más se
le puede pedir?.
Parecen
hechos —el club y el técnico— a imagen y semejanza. Y es posible
también que por su cabeza, a partir de hoy mismo, ya esté flotando la
idea de crecimiento, de aspirar a más, de no estancarse, de aprovechar
estos cimientos construidos en el año para edificar algo bien sólido,
firme, contínuo. Los dirigentes deben acompañarlo, aprovechando el
momento para no repetir viejos errores y para construir un futuro
deportivo e institucional que no decaiga y que permita explorar
experiencias como esta de jugar una copa internacional. Que no todo sea
inédito en Unión y que alguna vez se pueda sostener en serio un proyecto
ambicioso que lo lleve a solidificarse en Primera —algo que ha costado
en los últimos tiempos— y a pelear por otras cosas que no sean sólo la
de mantenerse y no volver a descender.
Madelón bromea con Holan en un momento del partido. Foto: Luis Cetraro
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