Carta abierta a Mauricio Macri
Señor Presidente,
Hace tiempo que muchos pensamos que con su concepción política no
tenemos salida. Jamás se nos ocurriría reivindicar a la anterior, solo
que quienes no participamos de ningún fanatismo, ni el de Cristina, ni
el "peronista", ni el neoliberal, ni el de los mercados, para nosotros,
hasta el momento, la verdadera política se niega a reasumir el control
de la sociedad. Solemos llegar tarde a todo, al capitalismo productivo
lo convertimos en el paraíso de los servicios públicos subsidiados. No triunfaron los que generan riqueza sino simplemente los que nos saquean. Las privatizaciones destruyeron nuestra integración social.
No hago la defensa solo del peronismo, sumo a los radicales, a Frondizi
y hasta la misma dictadura de Onganía. Será la dictadura que surgió del
golpe del 76 quien no solamente asesinó a miles, sino que además nos
generó una deuda externa sin sentido. Se crearon decenas de bancos que
pagaban intereses usurarios, quebraron y luego se nacionalizó esa deuda.
Si ganaban, era privado, la pérdida era para todos. Raúl Alfonsín fue
el último intento de conducir a la sociedad desde la política; el
peronismo en su ambición lo debilitó para luego, con Carlos Menem,
Domingo Cavallo y Roberto Dromi, privatizar los servicios públicos y
generar monopolios que hoy nos saquean y debilitan como sociedad.
Los Kirchner poco y nada hicieron para recuperar ese poder robado,
sostuvieron los subsidios como una conocida manera de generar corrupción
e impusieron el poder personal como sustituto del poder del Estado. Aun
así, supieron imponerse a los mercados, a esos que usted pareciera pertenecer aunque lejos está de lograr que lo respeten. A
los mercados el Estado debe imponerse, no seducirlos ni acariciarlos.
Mientras los intereses son desmesuradamente más rentables que el
esfuerzo productivo, mientras eso pase, seguiremos empobreciendo a
nuestro pueblo.
El mundo enfrenta una injusticia donde el 1% posee más riqueza que el
99% restante. Las naciones se enfrentan con los mercados y usted imagina
que la sumisión puede ser una forma de convocar a los inversores.
Usted sabe mejor que nadie que la codicia no tiene límites morales, que
la gran mayoría de las grandes fortunas de las tres últimas décadas no
fueron fruto del esfuerzo y talento productivo, sino de la mera
apropiación de la riqueza del resto de la sociedad. Todos sabemos quiénes son los nuevos ricos que engendraron millones de pobres.
Señor Presidente, la principal obligación del Estado es impedir que los
grandes grupos destruyan a la clase media al quedarse con todos los
espacios rentables, reduciendo al resto a meros esclavos que ya nunca
volverán al lugar de ciudadanos. Usted facilita y apoya la concentración
y las privatizaciones; eso no es un capitalismo moderno y muy lejos
está de ser una economía de mercado. Eso implica incrementar las grandes
fortunas, aumentar la vergonzosa distancia entre los que más ganan y
los que menos reciben.
Señor Presidente, haber
perdido miles de millones de dólares con la excusa de que no suba el
dólar y fracasar en la contienda tiene más sentido de robo a las arcas
públicas que de error administrativo. Se reafirma la certeza de
que los grandes grupos se llevan de nuestro país no solo lo que
producimos, sino que además necesitamos endeudarnos para satisfacer su
voracidad.
Señor Presidente, tuve ocasión de decirle en mi último encuentro con
usted que puede llamar a la unidad nacional como fruto de su vocación de
grandeza o terminar haciéndolo por la urgencia de la necesidad. Hoy ya no queda duda del fracaso de su concepción de la política,
de que este esfuerzo exagerado que les impone a los ciudadanos no tiene
otra razón de ser que la de consolidar las ganancias de los poderosos a
la par de la miseria de los humildes. Pareciera que únicamente pudieron
gobernar mientras les prestaban fortunas, ahora que el margen de
endeudarse se achica queda claro que el destino de vuestra política es
el seguro fracaso.
Ni el fanatismo de los que se fueron ni el optimismo de sus seguidores
puede devolverle un rumbo a un gobierno que no sabe dónde quiere ir. La
democracia es estable cuando va acompañada de la racionalidad;
desgraciadamente, el fracaso de los que se fueron no implica el éxito de
los que hoy gobiernan. Ni el estatismo ni el privatismo son dogmas
políticos sino tan solo instrumentos del Estado moderno.
Defendamos la democracia, sabiendo que solo habrá estabilidad cuando la
verdadera política se imponga como la expresión de las necesidades
colectivas sobre la codicia de los acumuladores improductivos. El
esfuerzo que hoy le exigen a nuestro pueblo es tan brutal como carente
de sentido. Ni "segundo semestre" ni "brotes verdes", solo incremento de
la deuda, la inflación y la pobreza. Y lejos estoy de ser
pesimista, apenas describo la triste realidad. Salgan del sueño del
mercado y vuelvan a conducir la sociedad. Para los necesitados —que son
demasiados— esa decisión es imprescindible.
Comentarios
Publicar un comentario