Perón supo decir: "A algunos les entregué una estancia y me instalaron
un quiosco". Parecido hizo Cristina, fue achicando su espacio desde el
poder al lugar de oposición, y ahora sigue expulsando como si no se
hubiera enterado que hace rato dejó de gobernar. Su discurso de esta
semana en el Senado no tuvo ni atisbos de sabiduría, fue una mezcla de
rencores y amnesia del autoritarismo, sumado al desprecio con que los
supo tratar en su momento de poder. Nunca se asumió par de nadie: no
debe ser fácil ahora acomodar la soberbia a la realidad. Su monólogo no solo no intentó seducir, sino que además lastimó a los posibles aliados.
Supo dejar en claro que su conflicto es con la realidad. Y el uso
espurio de un pasado que no le pertenece, la persecución al pueblo
peronista es una gesta, las acusaciones a su conducta implican una
vergüenza.
Y tampoco tiene nada que ver con Lula. La historia de un movimiento
obrero no tiene parentesco alguno con el relato de un grupo de impunes. El kirchnerismo está más cerca de ser Odebrecht que de ser Lula.
Tampoco es culpa del "neoliberalismo", ni siquiera los errores del
Gobierno le pueden devolver la esperanza. Debates sin grandeza, sin que
se asuma el desafío de la imprescindible unidad nacional. Todo dividido
en tres partes: el oficialismo, los restos del peronismo y lo que queda
del kirchnerismo. Los errores del Gobierno convocan al peronismo
a liberarse del yugo del pasado, de ese fracaso que lo dejó en terapia
intensiva, de ese mal que todavía ignora si es curable. Todo es agonía tanto en el Gobierno como en la oposición. La sociedad necesita salir a la calle, y salen los unos y los otros.
En todos los golpes de Estado que supimos soportar, siempre perdió el
ala nacional para imponerse el liberalismo imperial. Por ahora, en el
Gobierno, de nuevo ganó Alsogaray y juegan a durar mientras se llevan lo
que pueden. Cristina no es la revolución, pero el Gobierno es
"gorila" hasta los tuétanos. Ahora dicen que Cristina guardaba su dinero
en el Vaticano, lo de siempre, imaginan que el peronismo y la Iglesia
les impiden empobrecer al pueblo con la alegría de que "no había otra
salida". Hubo un tiempo en que la Iglesia los acompañaba, así
fue en el 55, cuando estaba del lado del golpe, ahora está del otro
lado, y ya el "Cristo Vence" no es la consigna del ateísmo del
horóscopo.
En el Senado no hubo sobrevivientes de la esperanza, el oportunismo
arrasó con los sueños. Nadie salió de su guarida en la grieta, nadie
convocó a un proyecto nacional. Cada quien cuenta los votos de las
encuestas y apuesta al oportunismo de la coyuntura. Lugares comunes en
el teatro de la decadencia. El juez Claudio Bonadío fue alguna vez
cuestionado por el nefasto Domingo Cavallo, gracias a ese juez la Justicia inició el camino de recuperar su dignidad.
El PRO tenía un ala nacional, el radicalismo y el desarrollismo no
pueden terminar en este gorilismo desembocado donde todo lo productivo
se pierde, y los bancos y las corporaciones extranjeras se llevan hasta
la última gota de nuestro sudor. La economía no es ni ha sido nunca
libre, o se la dirige y controla por el Estado en beneficio del pueblo o
la manejan las grandes corporaciones en detrimento de este. Perón era
un visionario, por eso sigue vigente.
Hace cuatro décadas que desguazan el Estado y se llevan todo lo
rentable, y nos venden el cuento del "inversor extranjero". Todo lo
hicimos nosotros o lo completaron con nuestro sudor. Hoy las
ganancias de los grandes grupos son superiores a nuestra producción, les
sobran millones de argentinos para poder importar todo y no fabricar
nada. Que no nos asusten con Cristina, ella ya no vuelve, pero si siguen así, Mauricio Macri tampoco. Ningún pueblo vota al que lo hambrea y, según vemos, no saben hacer otra cosa.
Gestemos un proyecto y luego busquemos un candidato. El campo nacional
lo integran peronistas y radicales, socialistas y conservadores, y
muchos que por ahora están en el gobierno. Macri ya fracasó, apoyemos la democracia a la par que gestamos una opción superadora. No hay otra salida.
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