De las cartas de San Martín a los cuadernos del "sargento" Centeno








De las cartas de San Martín a los cuadernos del "sargento" Centeno

El General estuvo 12 años entre los argentinos y escribió una nueva historia. Doce años muy distintos se narraron en los cuadernos de las coimas. A 168 años de la muerte del "Padre de La Patria", este homenaje para repensar el futuro.




Este lunes es el feriado por el 17 de agosto.
Este lunes es el feriado por el 17 de agosto.
Hoy es el feriado en homenaje a San Martín. El 17 de agosto fue el viernes, pegadito al sábado. No queda claro el por qué del traslado, cuando hubiera sido igualmente “feriado largo” y realmente hubiéramos podido recordar al General en su día. El año que viene cae sábado, ahí no hay feriado previsto aún, pero veremos cómo estamos como país en relación a lo que San Martín enseñó con sus actos, más que con sus palabras.
Y fue con cartas, que dejó escrito lo que hacía cuando definió que su misión estaba cumplida. Aquel 20 de septiembre de 1822, cuando, teniendo al Perú servido en una bandeja para ejercer un poder cuasi monárquico, como jefe supremo e indiscutido, si lo hubiera querido, resolvió irse y dejar que los peruanos decidan por ellos y se gobiernen en libertad. Le ofrecían poderes dictatoriales para manejar todo a su antojo, pero lo rechazó, para marchar en silencio al exilio.
Esa independencia que ya estaba asegurada en Chile, casi en Perú y seguramente en las Provincias Unidas del Río de la Plata (nombre que aún hoy tenemos como país según la Constitución Nacional, artículo 35). Provincias que no estaban tan unidas en ese momento. Apenas habían logrado el tratado del Cuadrilátero Buenos Aires, Entre Ríos, Santa Fe Y Corrientes. Un pacto ofensivo defensivo, ante una posible guerra con el Brasil, (que ya se venía, faltaba poquito) y para frenar a Juan Bautista Bustos, el caudillo cordobés.


Parte del Tratado del Cuadrilátero.
Parte del Tratado del Cuadrilátero.
En ese marco que se vivía en Buenos Aires, San Martín estaba dejando la base de la organización peruana, para que los peruanos hicieran con su libertad lo que les parezca mejor, sin padres protectores, ni caudillos, tal como pasaba en las “provincias Unidas” que no iban a lograr la unión nacional sino mucho tiempo después.
El gobierno de Martín Rodríguez en Buenos Aires, que repartía beneficios económicos para sus aliados del cuadrilátero, con el consejo de Rivadavia y otros ministros, había negado el apoyo material a San Martín y el ejército libertador en el Perú, que seguía en campaña, mientras por estos lados pensaban en cómo concentrar poder y recursos, dándole la espalda.
Ese 20 de septiembre de 1822 el General San Martín, como protector del Perú, instaló el Congreso General Constituyente Peruano, ante el que depositó las insignias del mando, entregando la soberanía. Abandonó el recinto del Congreso dejando seis pliegos cerrados, en uno de los cuales se encontraba esta proclama:
"Señores: lleno de laureles en los campos de batalla, mi corazón no ha sido jamás agitado de la dulce emoción que lo conmueve en este día venturoso. El placer de un triunfo para un guerrero que pelea por la felicidad de los pueblos, sólo lo produce la persuasión de ser un medio para que gocen de sus derechos: más hasta afirmar la libertad del país, sus deseos no se hallan cumplidos porque la fortuna de la guerra muda con frecuencia el aspecto de las más encantadoras perspectivas. Un encadenamiento prodigioso de sucesos ha hecho ya indudable la suerte futura de América, y la del pueblo peruano sólo necesitaba de la representación nacional para fijar su permanencia y felicidad. Mi gloria es colmada, cuando veo instalado el Congreso Constituyente: en él dimito el mando supremo que la absoluta necesidad me hizo tomar contra los sentimientos de mi corazón y lo he ejercido con tanta repugnancia que sólo la memoria de haberlo obtenido acibará, si puedo decirlo así, los momentos del gozo más satisfactorio: si mis servicios por la causa de América, merecen consideraciones al Congreso, yo los represento hoy, solo con el objeto de que no haya un solo sufragante que opine continuación al frente del gobierno. Por lo demás, la voz del Poder Soberano de la Nación, será siempre oída con respeto por San Martín como ciudadano del Perú, y obedecida y hecha obedecer por él mismo, como el primer soldado de la libertad. Lima, 20 de septiembre de 1822. José de San Martín".
En Buenos Aires, seguían masticando la idea de que el Perú era más conveniente en manos españolas, y que no había que apoyar a San Martín. Había que construir ciudades, dar agua corriente, y hacer obras en el Puerto de Buenos Aires, porque eso era lo que se necesitaba.


Imagen ilustrativa de Bernardino Rivadavia.
Imagen ilustrativa de Bernardino Rivadavia.
Así se empezaba a gestar el préstamo de la Baring Brothers, por iniciativa de Rivadavia y Compañía. Había que pedirlas para reactivar la economía: un millón de Libras Esterlinas. Si, parece poco hoy… pero era una fortuna. Necesaria para las obras en Buenos Aires.
Entraron papeles de letras de tesorería y algo de monedas de oro, para un préstamo que no reactivó nada, con el que no se construyó nada, y que en parte se usó para financiar la guerra con el Brasil, (esa que ganamos supuestamente en el campo de batalla pero perdimos en la mesa diplomática). Lo más pintoresco es que los “papelitos” que recibimos, fueron contra garantía de tierras nuestras. Las de toda la República. Se hipotecó a favor de los ingleses, lo que San Martín, Belgrano y la sangre de nuestros soldados, había liberado de los españoles.
Quien lo negoció fue Manuel José García, el mismo que después negoció el final de la guerra con el Brasil (cartón lleno).
Ese mismo 20 de septiembre de 1822 San Martín partió por barco desde Perú. Por la noche, San Martín se fue a caballo desde su residencia de la Magdalena al Puerto de Ancón, donde se embarcó en el bergantín Belgrano rumbo a Chile.


El préstamo de la Baring Brothers.
El préstamo de la Baring Brothers.
Paradojas de la historia, se subía para irse al barco que llevaba el nombre del otro padre de la patria, que el 20 de junio de 1820, en medio de una situación anárquica de nuestro país, se moría en la miseria, y abandonado a su suerte. Pero claro, no se olvidaron de ponerle el nombre a un barco, para homenajearlo, Mientras no se acordaban de construir las escuelas con la plata que donó Belgrano.
Ya había tenido su entrevista en Guayaquil el 26 de julio con Bolívar, quien sí seguiría al frente, envalentonado con sus triunfos caribeños, y calificándose a sí mismo como uno de los hombres más importantes de América. En esa reunión acordaron que San Martín se iría el 20 de septiembre.
Y Perú eligió democráticamente a sus representantes, para generar la constitución peruana de 1823, liberal, como la de 1853 en las “Provincias Unidas” pero a la que se llegó 30 años después, y sin unión nacional, ya que Buenos Aires, estaba afuera. Nuestro San Martín, antes de partir dejó la siguiente proclama, su última manifestación pública, destinada al pueblo que había gobernado hasta entonces y al que no quería defraudar:
"Presencié la declaración de la independencia de los Estados de Chile y el Perú: existe en mi poder el estandarte que trajo Pizarro para esclavizar el imperio de los Incas, y he dejado de ser hombre público; he aquí recompensados con usuras diez años de revolución y de guerra. Mis promesas para con los pueblos en que he hecho la guerra están cumplidas: hacer su independencia y dar a su voluntad la elección de sus gobiernos. La presencia de un militar afortunado (por más desprendimiento que tenga) es temible a los estados que de nuevo se constituyen; por otra parte, ya estoy aburrido de oír decir que quiero hacerme soberano. Sin embargo, siempre estaré pronto a hacer el último sacrificio por la libertad del país, pero en clase de simple particular y no más. En cuanto a mi conducta pública, mis compatriotas (como en lo general de las cosas) dividirán sus opiniones; los hijos de éstos darán el verdadero fallo. Peruanos: os dejo establecida la representación nacional, si depositáis en ella una entera confianza, contad el triunfo, si no la anarquía os va a devorar. Que el acierto presida a vuestros destinos, y que estos os colmen de felicidad y paz. Pueblo Libre, 20 de septiembre de 1822. José de San Martín".
Cierra fechando la carta en Pueblo Libre, que es lo que dejó detrás. En nuestro país, la libertad estaba asegurada, pero condicionada por la corrupción y la intolerancia, estigma del que no hemos logrado liberarnos aún, aunque el ejemplo sanmartiniano sea claro y un espejo adonde mirarse necesariamente, si algún día queremos aprender.
“Si no la anarquía os va a devorar", dijo el General en su carta advirtiendo a los peruanos que debían respetar y cuidar la representación nacional. Una mirada a las “Provincias Unidas” y su situación de división anárquica, era inevitable en ese contexto. Dos años después, sin poder lograr la tranquilidad en su chacra de Mendoza, partió a Europa. Las razones se las explicó en otra carta a O’Higgins:
"Confinado en mi hacienda en Mendoza, y sin más relaciones que con algunos vecinos que venían a visitarme, nada de esto bastó para tranquilizar a la desconfiada administración de Buenos Aires: ella me cercó de espías, mi correspondencia era abierta con grosería, los papeles ministeriales hablaban de un plan para formar un gobierno militar bajo la dirección de un soldado afortunado, etc. etc. etc. En fin, yo vi claramente que era imposible vivir tranquilo en mi Patria hasta que la exaltación de las pasiones no se calmase, y esta incertidumbre fue la que me decidió pasar a Europa". 
¿Un “tibio” el Padre de la Patria? ¿Un temeroso? No. Alguien que quería la unión de los argentinos, y le tenían miedo, porque podía ser una sombra para sus aspiraciones de poder y de dinero, y por eso lo empujaron al exilio.
Desde Europa, le confesó amargamente en 1827 a O'Higgins, también por carta:
“Estos males se hubieran remediado, si los hombres que han podido influir se hubieran convencido de que para defender la causa de la independencia no se necesita otra cosa que un orgullo nacional, que lo tienen hasta los más estúpidos salvajes. Pero para defender la libertad y sus derechos se necesitan ciudadanos, no de café, sino de instrucción, de elevación de alma y por consiguiente, capaces de sentir el valor de los bienes que proporciona un gobierno representativo. Porque el mejor gobierno no es el más liberal en sus declaraciones sino aquel que hace la felicidad de los que le obedecen”.
Las conspiraciones de mesa chica lo dejaron afuera, y nos privaron de los bienes que nos pudo haber traído este hombre distinto. Sus palabras parecen escritas antes de ayer, para este país que todavía no madura, pero que siempre tiene una nueva oportunidad , como ahora. Él escribió la historia con sus hechos de abnegación y sacrificio personal, otros escribieron cuadernos con la novela de la coima, que se sigue alimentando con nuevos personajes a cada minuto, que confiesan como defraudaron al pueblo que decían servir.
Curiosidades de la historia. La miseria se escribió en cuadernos llamados Gloria y Rivadavia, entre otros; ninguno se llama San Martín ni Belgrano, que nos construyeron Gloria, y los dejamos en la soledad del olvido mientras vivieron, luego de darlo todo. Cualquier similitud entre aquella época, y la Argentina siglo 21 no es pura coincidencia. Perdone mi general, no somos lo que debimos ser. Pero le juro que podemos hacerlo, si nos vemos reflejados en su memoria.
Gracias. Y por usted, ¡que viva la patria!
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