Cambiemos finalmente aceptó la fuerte crisis cambiaria
La
semana pasada empezó una etapa distinta en la presidencia de Mauricio
Macri. La conferencia de prensa que brindó el lunes y sobre todo su
discurso del martes en la UIA mostraron un presidente decidido
finalmente a enfrentar la crisis.
La
semana pasada empezó una etapa distinta en la presidencia de Mauricio
Macri. La conferencia de prensa que brindó el lunes y sobre todo su
discurso del martes en la UIA mostraron un presidente decidido
finalmente a enfrentar la crisis.
Macri
ya no niega más la crisis como lo venía haciendo desde hacía cuatro
meses, ocultándola bajo el eufemismo de “tormenta”. Tal vez, si se la
hubiera atacado a finales de abril con la misma decisión que muestra
ahora el gobierno, la situación no hubiera escalado al nivel de las últimas semanas.
De todos modos, la complejidad de los frentes económico, político y social obligó al gobierno a reestructurar el gabinete y optar por un liderazgo y un modelo de toma de decisiones muy diferentes. Estará por verse con qué efectividad los colaboradores del presidente se adaptan a este nuevo esquema. En esta reorganización, el presidente quedó a cargo de la gestión, ya no delegará más en los miembros de su gabinete.
El presidente encuentra en el perfil gerencial de Ibarra alguien que puede llevar adelante la gestión, una tarea en la que Marcos Peña seguirá, como hasta ahora, mirando a la distancia. Resistió las fuertes presiones que buscaban desplazarlo, tanto desde afuera como desde la propia coalición de gobierno. Pero seguirá junto a Macri, tal vez con menos exposición pública, sobre todo supervisando la comunicación del gobierno y a cargo de la estrategia electoral. La elección de Ibarra y la preservación de Peña responden a una necesidad del presidente de contar con vínculos personales de confianza en quienes delegar, una de sus características más significativas en términos de liderazgo.
En cuanto a la política internacional, el presidente ha cosechado una inversión de más de dos años generando confianza y afecto societatis tanto personal como hacia el país. Esto se vio reflejado, sobre todo, en el fuerte respaldo que manifestó Donald Trump
al gobierno de Macri la semana pasada cuando definió a la Argentina
como un “socio estratégico” y apoyó el involucramiento del país con el
FMI. Aunque a los críticos de Trump nos cuesta reconocer que el
mandatario estadounidense está ayudando al país, hay que aceptar que en
los momentos que la Argentina necesitó apoyo, la Casa Blanca no dudó en
dárselo, más allá de los intereses geopolíticos también en juego. Por
otra parte, el Fondo muestra una flexibilidad con la Argentina que no
tuvo en la crisis del 2001 y los años posteriores.
Así
como la política exterior tuvo resultados favorables, la política
interna todavía tiene sus complicaciones e incógnitas no menores. Aún
con un presidente más pragmático, dispuesto a dialogar con líderes de la
oposición y a juntarse personalmente con los gobernadores, el problema
mayor es que el sistema político partidario está deshecho
y cuesta mucho lograr acuerdos. Si tuviésemos dos o tres partidos con
liderazgos fuertes, claros y establecidos, los costos de transacción de
las negociaciones serían distintos.
En este punto, el actual gobierno difiere del de la Alianza de Fernando De la Rúa y Chacho Álvarez, que se derrumbó al poco tiempo de comenzar la gestión, incluso antes de que se complicase la situación económica. Por lo tanto, más allá de las internas dentro de Cambiemos, para ser una formación política nueva, de poca trayectoria y con una estructura territorial limitada, es meritoria su capacidad para superar los desafíos de una gestión que sin duda resultó ser muchísimo más compleja de lo que Macri y sus colaboradores imaginaban.
El
vector más político de la coalición, formado por María Eugenia Vidal,
Horacio Rodríguez Larreta, Rogelio Frigerio y Emilio Monzó, lejos de
agravar tensiones, le brinda al presidente información y visiones
distintas que sirven de complemento a las que le ofrecen Peña y Jaime
Durán Barba. Además, han sido cruciales a la hora de revisar las
estrategias que los gurúes de la comunicación delinearon y que
terminaron postergando demasiado la aceptación de esta crisis. Errores
en el plan de comunicación llevaron a que el presidente tardara cuatro meses
en reconocer que los desajustes macroeconómicos no eran una tormenta
pasajera sino una dura crisis a la que había que destinar recursos,
tiempo y esfuerzo para remediarla. Resulta extraño que un presidente que
ganó las elecciones por la comunicación haya incurrido en errores
semejantes.
Es cierto que todos los presidentes tienen una curva de aprendizaje. En el caso de Macri, tardó más de 30 meses en entender que la crisis heredada era mucho más importante de lo que él y su equipo habían calculado y que la solución no se podía postergar más.
De todos modos, la complejidad de los frentes económico, político y social obligó al gobierno a reestructurar el gabinete y optar por un liderazgo y un modelo de toma de decisiones muy diferentes. Estará por verse con qué efectividad los colaboradores del presidente se adaptan a este nuevo esquema. En esta reorganización, el presidente quedó a cargo de la gestión, ya no delegará más en los miembros de su gabinete.
Dejó de ser el Chairman para convertirse en el CEO a cargo de toda la administración.El aumento en la incidencia del presidente en temas de gestión es un claro síntoma de que estamos en medio de una crisis. En este nuevo organigrama de poder, Andrés Ibarra viene a reemplazar las funciones que antes desempeñaba el dúo Quintana-Lopetegui pero con la diferencia de que el exministro de Modernización conoce al presidente desde hace décadas. Trabajó junto a él en Socma, Correo Argentino y Boca Juniors, y luego en el gobierno de la Ciudad.
El presidente encuentra en el perfil gerencial de Ibarra alguien que puede llevar adelante la gestión, una tarea en la que Marcos Peña seguirá, como hasta ahora, mirando a la distancia. Resistió las fuertes presiones que buscaban desplazarlo, tanto desde afuera como desde la propia coalición de gobierno. Pero seguirá junto a Macri, tal vez con menos exposición pública, sobre todo supervisando la comunicación del gobierno y a cargo de la estrategia electoral. La elección de Ibarra y la preservación de Peña responden a una necesidad del presidente de contar con vínculos personales de confianza en quienes delegar, una de sus características más significativas en términos de liderazgo.
En el mapa político actual, cada gobernador es un líder y el partido peronista carece de un liderazgo fuerte, lo que complica la posibilidad de generar acuerdos. Lo mismo ocurre con la CGT y con los empresarios: la fragmentación dificulta el establecimiento y mantenimiento en el tiempo de acuerdos aún menores.En este momento de fuertes turbulencias en el plano político y económico, es importante analizar el accionar de la coalición de gobierno. En otras experiencias de presidencialismo de coalición (que es el formato que tenemos en Argentina), como el Frente Amplio en Uruguay o Nueva Mayoría en Chile, la capacidad de superar crisis graves, la homogeneidad del equipo y la posibilidad de que las tensiones no escalen, han sido elementos determinantes para entender la sobrevivencia del grupo gobernante. Si la coalición es firme, los gobiernos son estables. A pesar de que existen tensiones dentro y fuera de Cambiemos -como siempre existen en la política- no llegan al punto tal de hacerlo implosionar.
En este punto, el actual gobierno difiere del de la Alianza de Fernando De la Rúa y Chacho Álvarez, que se derrumbó al poco tiempo de comenzar la gestión, incluso antes de que se complicase la situación económica. Por lo tanto, más allá de las internas dentro de Cambiemos, para ser una formación política nueva, de poca trayectoria y con una estructura territorial limitada, es meritoria su capacidad para superar los desafíos de una gestión que sin duda resultó ser muchísimo más compleja de lo que Macri y sus colaboradores imaginaban.
Es cierto que todos los presidentes tienen una curva de aprendizaje. En el caso de Macri, tardó más de 30 meses en entender que la crisis heredada era mucho más importante de lo que él y su equipo habían calculado y que la solución no se podía postergar más.
El gradualismo murió con la crisis cambiaria desatada a fines de abril. Ahora, se enfrenta a una situación muy compleja cuyos costos aún son difíciles de precisar, pero que pueden costar su eventual candidatura para las elecciones de 2019.Por otra parte, la virtud de Macri de aceptar que comete errores y luego corregirlos, aunque muchas veces tardíamente, genera empatía con un gran segmento de la sociedad. Como político siempre hizo del mostrarse más humano un objetivo central de su plan de involucramiento. Y este componente de empatía, del cual el ciudadano promedio se puede ver reflejado en un presidente que se equivoca, le permite vincularse con su audiencia de una manera más natural y personal.
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