El ahora llamado “peronismo alternativo” intenta una alianza con el centroizquierda.








La columna de Lanata

¿Y si (acá) gana Bolsonaro?

El ahora llamado “peronismo alternativo” intenta una alianza con el centroizquierda.


En Argentina todos creen que saben lo que va a pasar. Vivimos rodeados de adivinadores que actúan como tales en un país donde nunca nadie adivinó el futuro. Acá, no todos los caminos llevan a Roma. En un solo pronóstico estamos de acuerdo: el próximo trimestre será peor y el siguiente, peor aún. Pero si bien aceptamos que la economía es dinámica –para peor- pensamos la política como inmóvil. Y la historia reciente nos demuestra que nunca sucedieron los hechos que, con facilidad, adivinábamos. Por cortedad de miras o, simplemente, porque negamos lo que vemos, siempre pasó otra cosa: Alfonsín iba a perder con Luder y Menem sería derrotado por Cafiero, para no hablar de Kirchner. ¿Quién era ese Kirchner?.
Hace décadas que las encuestas intentan reemplazar al voto en la opinión pública y la política se construye desde las oficinas. Para saber quien gana, se trata de llamar al Sr Management o al Sr Fit. Hoy los números muestran que todos pueden ganar “por poco” suponiendo que la imagen se congele y nadie respire demasiado. El Gobierno se suicida rifando su único capital simbólico: cree que solo puede ganar contra Cristina. La idea de crear al propio enemigo es fascinante y maquiavélica, pero hay un detalle: funciona cuando se construye desde el poder, y no desde la debilidad.
El ahora llamado “peronismo alternativo” (antes “peronismo racional”) intenta una alianza con el centroizquierda (Lifschitz, Stolbizer) mientras parte de sus integrantes se desgrana hacia Cristina, y pasan de la condena al “no se puede proscribir a nadie”. Y otros (Camaño, Massa), en sus discursos, intentan peronizar al peronismo peleando contra “los prolijos”. El cristinismo crece en las encuestas y difunde su próximo plan de gobierno desde la ciudad de Ensenada: la Condesa de Montecristo volverá recargada.Los números no prevén, sin embargo, la variable más complicada: la calle. No hay una fórmula del conflicto social, y este es siempre azaroso. El Gobierno cree controlarlo con trolls, subsidios y 17 millones de cheques que llegan desde el Estado al público. Nadie, en el fondo, sabe si eso alcanza.
El gobierno sufre las consecuencias de su fracaso económico y crea, innecesariamente, su propia crisis política. Carrió parece haber entrado en modo destrucción: es por lo menos difícil denunciar lo que denuncia (más lo que sugiere a medias) y seguir en el Gobierno. Si lo que dice es cierto ¿Cómo quedarse?.
Hay quienes ven la renuncia de Lorenzetti como el comienzo de su escalada. Macri,por su lado, elige los símbolos: invita el martes a comer a Lorenzetti en una curiosa reunión social. Asisten Fernán Saguier, Coty Nosiglia, Fulvio Pagani y el jurista agasajado.En la diagonal de la escena, en Comodoro Py, Bonadio se frota las manos esperando una auditoría que podría complicar a Calcaterra y más allá, llevando la investigación a los años 2003 a 2007, en los que la familia Macri manejaba IECSA.
Y Moyano, claro, dispuesto a inmolarse, con los gremios pensando que una marcha multitudinaria lo volvería inocente. La cantidad de pruebas en su contra es atroz y, por otro lado, las sentencias no se votan. Todo esta demasiado resbaladizo. ¿Y si, repitiendo nuestra historia, aparece el Pato Donald y se queda con todo? Nadie pensaba hace seis meses, en Brasil, que Bolsonaro podía ganar.

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