El libro de Cristina Kirchner: un repaso de sus odios
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Dejemos a un lado el estilo y
la redacción del libro
de
Cristina KIrchner
. Definitivamente, el destino de ella no es el de escritora. Pero tiene
un pasado y un presente como figura política, y podría tener también un
futuro. Entre la confusión y el silencio que lo precedieron, el libro
tiene un mérito destacable: desmiente a todos los voceros oficiales y
oficiosos de la expresidenta. Los que hablaron de una Cristina más
buena, menos confrontativa, más comprensiva y dispuesta a reflexionar
sobre los errores del pasado, estaban describiendo una construcción
personal (la de los voceros) que nada tiene que ver con la Cristina
actual.
Cristina es Cristina, con sus mismas filias y fobias, con sus mismas obsesiones, con el mismo rencor de siempre y los mismos enemigos reales o imaginarios. Leer "
Sinceramente
" es como escuchar a la expresidenta durante diez cadenas nacionales
seguidas. Todas pertenecientes a la época en que explayaba sus
prejuicios, su visión conspirativa de la vida y la historia y sus
descalificaciones personales y políticas contra el periodismo, contra la
Justicia y contra los productores rurales, entre otros. No ha cambiado
nada.
Otro mérito del libro es el de advertir a los incautos
que la segura candidata presidencial será más vengativa que la que
conocimos si llegara a acceder al poder. Cultivó el rencor y la venganza
cuando tenía pocas cosas para reprocharle a la vida. Como ella bien
recuerda, fue diputada provincial, diputada y senadora nacional, primera
dama del país y dos veces presidenta. ¿Qué daño moral o psicológico
había sufrido y de parte de quién para que primara más el resentimiento
que el agradecimiento a la vida? No lo sabemos, pero fue como fue. En
los tres años y medio sin poder debió, en cambio, hacerse cargo de las
numerosas investigaciones por hechos de corrupción de su gobierno. El
periodismo independiente y la Justicia siguieron esos casos y
expusieron, con testigos de su propio entorno y de empresarios que
aceptaron el sistema de sobornos, un método para robar que se extendió
durante los doce años de kirchnerismo. Ahora tiene muchas más razones
que antes para sembrar el odio y para imaginar el escarmiento. Es
interesante hurgar en el libro para establecer cuándo comenzó el odio
entre los argentinos y quiénes lo instruyeron con más eficacia. Sin
duda, Cristina fue siempre la candidata ideal en el proyecto de
Mauricio Macri
para competir este año por la presidencia. Se recuerdan, sin embargo,
pocas alusiones públicas del macrismo para descalificar a las personas
del cristinismo y a la propia Cristina. Fue durante el período de poder
de Cristina cuando el odio se convirtió en una herramienta legítima de
la política. Muchas personas públicas, antikirchenristas o críticas del
cristinismo, debieron elegir un virtual exilio interno para no verse
escrachadas en el espacio público por los seguidores de la expresidenta.
El escrache, ese método propio del fascismo de señalar e insultar a una
persona en la vía pública por lo que es o por lo que piensa, fue
entonces (¿lo sigue siendo?) un recurso habitual del cristinismo.
Cristina no hace otra cosa en su libro que agrandar el "ellos" y encoger
el "nosotros". La grieta es una estrategia electoral del macrismo. En
el cristinismo, está incrustada en él, forma parte de su mapa genético.
Esa es la diferencia, aunque hay también un sector social no menor que
practica el odio hacia el cristinismo y que, a veces, se cruza con los
seguidores del macrismo.
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Otro mérito del libro es el de advertir a los incautos que la segura
candidata presidencial será más vengativa que la que conocimos si
llegara a acceder al poder
En una persona política que siempre descubre la
perfección cuando se mira en el espejo (y eso es evidente en el libro),
no es de extrañar que sus principales enemigos sigan siendo los
periodistas y los medios periodísticos. Más de un centenar de veces
alude peyorativamente al periodismo independiente ("medios de
comunicación hegemónicos", "sicarios mediáticos", "la construcción
comunicacional", "una sociedad absolutamente mediatizada", "un pobre
público indefenso ante los medios", "estupidez inoculada por los
medios", "las páginas descartables de muchos diarios", entre otros
martillazos nada novedosos) en un libro de 600 interminables páginas. El
Grupo Clarín
es el que se lleva más páginas y alusiones; lo sigue
LA NACION, pero tampoco se olvida de la Editorial Perfil. Nunca
entiende al periodismo como una institución de la democracia ni como un
recurso indispensable de la sociedad para saber lo que hace -o no hace-
el poder. El periodismo y los medios periodísticos son siempre para ella
simples empleados. O de ella o de corporaciones empresarias maléficas.
Su combate, como bien se vio con la ley de medios, es por quién controla
a ese institución fundamental de la libertad. Llama la atención, con
todo, que lo culpe a Macri de poner presos a los dueños de medios
opositores a él. Sin nombrarlos, alude a
Cristóbal López
y a Fabián de Sousa, que efectivamente son dueños de canales de
televisión por cable y de radios. Y es cierto que están presos, pero no
por ser dueños de esos medios, sino porque se quedaron con 15.000
millones de pesos del Estado. Como agentes de retención del Estado,
habían cobrado impuestos a las naftas, por ejemplo, y no le entregaron
el dinero a la Afip. No hace ninguna referencia a ese multimillonario
juicio por evasión impositiva. El libro de Cristina está lleno de tales
manipulaciones.Otra de sus obsesiones es la Justicia o, para decirlo en palabras de Cristina, el "partido judicial". En el podio, el más execrado entre todos es sin duda el juez Claudio Bonadio , a quien directamente califica de "sicario judicial". Protesta porque no le aceptaron su recusación de Bonadio por "enemistad manifiesta de él hacia mi y de yo hacia él". No se conoce ninguna expresión del juez, más allá de sus sentencias, que respalden esa "enemistad manifiesta" del magistrado contra Cristina. Resulta improcedente desde todo punto de vista que se acepte una recusación porque la persona imputada siente una "enemistad manifiesta" contra el juez que le tocó. Si se aceptara ese criterio, no habría juez en condiciones de juzgar a Cristina, salvo los que militan en su cofradía de Justicia Legítima. Es inadmisible que una "abogada exitosa" (como ella misma vuelve a calificarse en el libro) ignore esa regla básica del derecho. La Justicia debe reformarse y democratizarse, insiste. La democratización está, según ella, en la ley de reforma de la Justicia que la Corte Suprema declaró inconstitucional. Era una maniobra para llenar de cristinistas al Consejo de la Magistratura y, por lo tanto, a la Justicia. De aquella resolución de la Corte Suprema, dice que el "Poder Judicial rechazó su propia democratización". Tampoco se olvida de la Corte.
En una persona política que siempre descubre la perfección cuando se
mira en el espejo (y eso es evidente en el libro), no es de extrañar que
sus principales enemigos sigan siendo los periodistas y los medios
periodísticos
Víctima de "la elite más rica de la Argentina", como se
define, Cristina garabateó un libro que es también un panfleto contra
los empresarios en general y contra los productores agropecuarios en
particular. No perdonó nada ni a nadie. Las "patronales rurales" son las
culpables de la guerra con el campo en 2008 y la derrota de ella fue la
"restauración conservadora". Aunque lo señala a
Martín Lousteau
como el autor exclusivo y excluyente de la
resolución 125
, concluye que la lucha del campo contra sus arbitrariedades fue
"absolutamente destituyente". Pero hace otro aporte a la sinceridad
cuando señala que esa guerra fue también "absolutamente fundante para
definir el perfil del gobierno". Es decir, hubo un antes y un después de
la guerra con el campo, y el después fue mucho más radicalizado. Lo
sabíamos todos, pero ella lo confirma ahora. Si bien la comparación con
Macri aparece constante en el libro, es en el capitulo dedicado al
conflicto con los productores rurales donde subraya más el contraste.
Ella, la abanderada de la lucha contra el poder económico concentrado.
Él, un simple muñeco de esos vastos e indefinidos poderes. Hay contra
Macri un odio de clase evidente, un rencor infinito porque tiene el
apellido que tiene. Lo dice sin disimulo. Por lo demás, no hay
empresarios argentinos que puedan compararse con José Ber Gelbard y, por
lo tanto, ninguno sirve. Su reloj atrasa medio siglo.No se olvida ni del abuelo de Federico Pinedo ni del bisabuelo de Horacio Rodríguez Larreta . Por supuesto, tanto uno como otro actúa hoy según esos mandatos centenarios dictados por una determinada clase social. Resentimiento en estado puro, que ella no esconde ni hace el esfuerzo de ocultarlo. Uno de sus héroes es Putin ("tiene mirada histórica y estratégica"), aunque el líder ruso es uno de los déspotas más importantes del mundo. Putin está acusado de haber instigado la persecución, la cárcel o la muerte de opositores y periodistas. Cristina no se detiene en eso. O se detuvo y no le pareció mal. Desde ya, sus otros líderes paradigmáticos son Hugo Chávez y Rafael Correa . Los dos han sido denunciados dentro de sus propios países por haber creado un sistema político autoritario y asfixiante para la prensa libre, para los empresarios independientes y hasta para los sindicatos que no se disciplinaron. Programa y modelos coinciden. Es un último acto de sinceridad: el autoritarismo kirchnerista regresará con ella, si es que regresa.
Por:
Joaquín Morales Solá
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